A medida que la pobreza crece y el severo ajuste fiscal se instaura en Argentina, aparece en el panorama una emergencia alimentaria silenciosa en los barrios pobres más populares, con la malnutrición creciendo y enfermedades oculares, derivados de las malas dietas.
Argentina, no enfrenta la misma hambruna de países como Sudán, pero años de recesión e inflación dejaron a más de la mitad de la población en la pobreza, incluidos cerca de siete de cada 10 niños.
Generando un aumento significativo en la inseguridad alimentaria y malnutrición, que se ven agravadas por la campaña de austeridad impulsada por el presidente argentino Javier Milei, cuyo Gobierno recortó millones de dólares en gastos para impulsar su plan de déficit cero para enderezar una economía en crisis.
Un informe reciente de la ONU reveló que la inseguridad alimentaria casi se duplicó en los últimos siete años, alcanzando al 36 por ciento de la población. Un millón y medio de niños no realizan una comida diaria y consumen menos alimentos nutritivos, debido que se volvieron más costosos.
El Gobierno es consciente del panorama, heredado por una larga crisis económica, y aumentó los pagos universales por hijo y tarjeta para alimentos, pero realizó recortes en programas asistenciales que tuvieron un enorme impacto.
Aunque, la inflación mensual está perdiendo fuerza, el último año alcanzó 236,7 por ciento en su cifra interanual, una de las más altas del mundo, con un impacto directo en el bolsillo de los más pobres en Argentina.
La falta de nutrientes y vitaminas retrasará el crecimiento y mayor propensión a enfermedades. Mientras que el consumo excesivo de carbohidratos además está vinculado al aumento de la obesidad, que crece en Argentina.
Cerca del 10% de los niños menores de cinco años están desnutridos, cifra que creció en los últimos años al ritmo del incrementó del precio de los alimentos.
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