En Cajamarca, al noreste de Perú, un vivero salva a millones de abejas de morir por falta de alimento. Quince mujeres convirtieron un fondo no reembolsable en una iniciativa de adaptación a la crisis climática que vive el mundo.
Karina Villalobos y varias socias se unieron para producir miel en pequeña escala, en un caserío de 800 pobladores, en un entorno desafiante. Perú y el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola de las Naciones Unidas lanzaron Avanzar Rural, plan para productores en zonas aisladas y vulnerables.
En el marco de este programa, una funcionaria municipal invitó a las mujeres y jóvenes a concursar por un fondo por 27.000 dólares no reembolsables. Era la primera vez que escuchaban hablar de financiamiento climático, tema que tranca las negociaciones de la COP29.
El objetivo era combatir los ciclos alterados de lluvia y sequía que afectan la flora y disponibilidad de néctar y polen para las abejas. Con la ayuda, Villalobos construyó un arca de Noé para sus colmenas, más resistentes a los cambios del clima que siembran cerca de los apiarios.
Estas mujeres están en primera línea de afectación por los cambios climáticos, sin embargo, de todos los flujos internacionales se estima que menos del 2 por ciento se dedica a trabajar con las comunidades rurales, campesinas e indígenas.
Las mujeres de zonas rurales tienen menos acceso al sistema financiero en Perú, una exclusión agravada por la informalidad de la economía que esta por encima del 70 por ciento.
De los 3,5 millones de mujeres del sector rural, 41 por ciento de ellas no generan ingresos propios y un 16 por ciento cuenta con una tarjeta de débito.
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